miércoles, 26 de agosto de 2009

Encarnação do Demônio, el Demonio no ha muerto


Ciclos en apariencia rigen nuestro entendimiento: Martin Scorsese se ha convertido en un hacedor de churros hollywoodenses de acción; David Cronenberg se ha cansado de su búsqueda autoral para entonces centrar su energía en realizar exquisitamente thrillers de historias mediocres; y Dario Argento finalmente presentó el capítulo final de su postergada trilogía de brujería, con la muy patética La terza madre.

Me atrevo a nombrar a estos otroras maestros y a usarlos como ejemplo, pues coinciden en generación y en una serie de logros artísticos que permanecen y cambiaron la historia del cine. Desafortunadamente parece que han completado un ciclo, que el gas se les acabó y pues, después de todo, supongo que creativo y excelente no se puede ser para siempre o, al menos, es realmente difícil lograrlo.

Ante esto, en años recientes, mi capacidad de asombro se ha ido empolvando un tanto ante la nueva incapacidad de antiguos maestros del cine para continuar logrando obras contundentes. Es así que, cuando me entero de la concreción o de la continuación de proyecto alguno de algún director respetado en algún momento, en lugar de entusiasmarme y confiar seriamente, respiro hondo y espero.

Así hice cuando la semana pasada me dirigí al Centro Cultural Universitario, en Ciudad Universitaria, para ver Encarnação do Demônio (Encarnación del demonio, 2008), de José Mojica Marins, mejor conocido como Zé de Caixão o Coffin Joe. En el marco de la 8ª edición de Macabro, Festival de Horror en Cine y Video, se presentó este filme que concluye la trilogía de Zé de Caixão, que Mojica Marins inició en 1964 con À meia-noite levarei sua alma (A medianoche me llevaré tu alma), y continuó en 1966 con Esta noite encarnarei no teu cadáver (Esta noche poseeré tu cadáver).

“Cuarenta años soportando” dice Zé de Caixão cuando sale de prisión en Encarnação do Demônio; ese mismo tiempo es el que Mojica Marins esperó para completar su trilogía y para que se le tomara más en cuenta como un realizador de valiosas ideas subversivas, y no como el mercachifle de filmes sangrientos que se le consideró por décadas y que lo mantuvo como un creador de filmes poco más que pornográficos y enfermos.



Zé de Caixão es uno de los símbolos más salvajes, peculiares y refrescantes en la historia del cine. De sombrero de copa, capa, barba y bigote y uñas larguísimas de mal aspecto, este personaje creado y personificado por el propio realizador es el non plus ultra de la irreverencia y la revolución: nacido en una mala noche, seguramente, reniega de toda creencia establecida y sobre todo de la existencia de Dios. Humilla al débil y utiliza toda clase de artimañas y violencia para conseguir lo que desea. Además de buscar la verdad, por más incómoda y vociferante que ésta sea, su principal objetivo en la vida es encontrar a la mujer ideal para concebir a su lado al hijo perfecto, al ser supremo. Para ello, su pareja deberá mostrar coraje, valor, fuerza e inteligencia ante cualquier horror y peligro. Ese camino está lleno de violencia y muerte.

Prácticamente, À meia-noite levarei sua alma y Esta noite encarnarei no teu cadáver componen un díptico de torturas y sangre, aunque con un heroico ejercicio nihilista como discurso. Tras estos, Mojica Marins se convirtió en una celebridad en su natal Brasil, aunque la inequidad del sistema cultural y cinematográfico lo llevaron a agazaparse casi de manera absoluta en la escena underground y a realizar su filmografía con muchos problemas de por medio.

Tras décadas de ignominia, Mojica Marins resurgió en este milenio gracias al interés de una nueva generación de entusiastas de su obra, y es así como en 2007 realiza el cierre de su sobresaliente trilogía.

Tras tanto tiempo, uno esperaría de forma normal la decadencia de un icono en pantalla. No obstante, las grandes uñas de Mojica Marins (aunque se ha dicho que ya son postizas) han mostrado gran garra al entregarnos una película igual de vital que los dos capítulos anteriores, y sin perder la carga subversiva del autor.

La búsqueda de la mujer ideal continúa, y a pesar de que Zé de Caixão muestra demencia senil y carcelaria, sus métodos continúan intactos y su ruidoso discurso sigue reverberando.

Al igual que Jodorowsky y López Moctezuma, Mojica Marins muestra un espíritu latino libre que planea sin prejuicio alguno: Encarnação do Demônio es un filme bello y ultraviolento, es un ejemplo de que el espíritu puede continuar incólume a pesar de todo. Ver a un maestro intacto es comparable a pocas cosas.

Encarnação do Demônio se presenta por segunda y última ocasión en cine en México mañana, jueves 27 de agosto, en la Cineteca Nacional, a las 21 horas, como parte del festival Macabro.





martes, 18 de agosto de 2009

Drag Me To Hell


Hace 25 años The Evil Dead, de Sam Raimi -conocida en México como El despertar del Diablo-, seguramente se estrenó, cuando mucho, en unas 40 o 50 salas de la República Mexicana y, aunque no fue una película archirrequetecontrataquillera, fue generando cierto culto a su derredor, y como sucedió en infinidad de países más.

El próximo viernes, 21 de agosto, finalmente será estrenado en México Drag Me To Hell, Arrástrame al Infierno, el más reciente filme de Raimi y el cual contará con 320 copias en toda la República Mexicana. Esto, obviamente, quiere decir que estará en 320 salas al menos durante su semana de estreno.

Cómo han cambiado las cosas, ¿no? Por supuesto, en ese cuarto de siglo, mucho de lo que entonces fue subversivo y contestatario ahora es parte del mainstream, y las grandes salas de cine fueron destruidas para convertirlas en estacionamientos y, en el mejor de los casos, en salitas de cine. La proliferación de dichas salitas, y esa búsqueda de los empresarios por venderle al consumidor una idea de mejor servicio, es lo que actualmente permite que haya tantas copias de una sola película en exhibición; aunque igualmente Sam Raimi hoy día ya es respetado por todo mundo.

En poco más de 25 años estrenando filmes (pues recordemos que, en realidad, filmó gran parte de The Evil Dead desde 1979; es decir, lleva tres décadas realizando largometrajes), Raimi continúa siendo un autor espectacular.

Aunque es reverenciado por los entusiastas al cine de horror, en realidad podemos considerar que solamente el primer largometraje de Raimi, The Evil Dead, se inscribe dentro de dicho género; pues a pesar del claro coqueteo y la utilización de forma brillante de recursos del mismo en sus filmes (la trilogía de The Evil Dead y Darkman), estos se tratan de historias de aventuras y humor negro, mientras que aquél continúa siendo uno de los más brutales ejercicios en la historia de la cinematografía, y a pesar de que haya espectadores que lo vean como una comedia ante la exagerada y granguiñolesca forma del filme.

Drag Me To Hell ha sido anunciada sin reparos como la vuelta de Raimi al género que le dio un nombre. Aunque me parece que no está lejos de serlo, o en realidad lo es, los elementos caricaturescos y el humor negro no faltan igualmente en este filme.



Tengo que pedirles compren el número de este mes de la revista Cinemanía para que chequen lo que el mismo Raimi me dijo en entrevista (y, si quieren, después se la prestan a su mamá o hermana mayor para que chequen el texto que me aventé sobre Penny Marshall), pero les comento mientras que Drag Me To Hell fue como una especie de desintoxicación para el realizador tras tanta presión y gran presupuesto con la trilogía de Spider Man.

Como sabemos, más que guiones o historias, en los filmes de Raimi hay anécdotas y pretextos (con excepción de los filmes que no ha escrito él mismo, como la trilogía del trepamuros, o The Gift o A Simple Plan) para embarcarse entonces en un alucinante ejercicio formal y de estilo. Drag Me To Hell no es la excepción y, de hecho, no había necesidad para que lo fuera: una simple maldición es el catalizador que necesitaba la maquinaria Raimi para arrancar.

El rostro inocente y bello de Alison Lohman hace más impactante la serie de torturas y el martirio de su personaje protagónico Christine Brown, quien es una especie de Will-E Coyote en manos del director. La imposibilidad de Raimi por dejar a un lado la comedia, me parece, queda claro en la utilización de Justin Long como un personaje de carácter, actor de extracción cómica que en este trabajo logra una réplica sorprendente a la naturaleza horrorizante de la historia: Raimi sabe lo que quiere. Esto es notorio nuevamente con la transformación de la actriz Lorna Raver en una auténtica bitch from hell, que queda para la historia como uno de los monstruos humanos que sí dan miedo en pantalla.

Me parece que en algunos momentos Raimi pudo llegar mucho más lejos de lo logrado (caso concreto, la secuencia en la que aparece Adriana Barraza y una cabra, y en donde a este animal podrían haberlo convertido en algo verdaderamente diabólico); pero, en resumen, la película es un verdadero paseo por la montaña rusa y la casa de los sustos, en donde el maestro Raimi continúa mostrando una energía pura y única.

Risa inusitada y desesperación ante lo visto en pantalla nos llevan hasta el final de este filme, punto en el que reside algo que, aunque anunciado, resulta absolutamente aterrador, inolvidable y de fuerza inusitada.

Raimi sigue siendo un genio.


Después de las 12:00, cualquier cosa puede suceder: "San" Raimi y yo.